De Mataderos al corazón del rock nacional: la historia de La Renga
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Ese niño de cuatro años que mira a cámara con inocencia… crecería para convertirse en el líder de una de las bandas más convocantes y emblemáticas del rock argentino. Tan popular, tan masiva, que en más de una ocasión, distintos gobiernos consideraron imposible garantizar la seguridad de sus shows. Así, los recitales de La Renga llegaron a ser prohibidos con el argumento de que ni los operativos policiales ni las estructuras de seguridad eran suficientes para contener a la multitud.

La historia de La Renga comenzó en el barrio porteño de Mataderos, una noche de Año Nuevo. Era el 31 de diciembre de 1988 cuando un grupo de amigos decidió festejar sobre la vereda haciendo lo que más les gustaba: tocar música. Aquella noche, sin sospecharlo, encendieron la chispa de lo que con el tiempo se transformaría en una banda de culto para miles de seguidores en todo el país.

Antes de llenar estadios, sus integrantes llevaban vidas comunes. Gustavo “Chizzo” Nápoli trabajaba como plomero, Gabriel “Tete” Iglesias estaba empleado en una fábrica de bujías y Jorge “Tanque” Iglesias manejaba un taxi. El nombre de la banda tampoco fue definitivo desde el comienzo. Primero pensaron en llamarse La Vieja, pero al descubrir que otra banda emergente llevaba un nombre similar —nada menos que Viejas Locas—, decidieron cambiarlo. Así nació La Renga.

Con el paso del tiempo, la banda se consolidó como una de las más importantes del país, gracias a un trabajo autogestionado, una identidad inconfundible y un vínculo indestructible con su público. Sin embargo, su camino no estuvo libre de obstáculos. Durante años, especialmente a partir de la gestión de Mauricio Macri como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, La Renga enfrentó reiteradas trabas para presentarse en Capital. A pesar de cumplir con todos los requisitos legales y de seguridad, los permisos eran denegados una y otra vez.

Recién en 2023, después de una larga ausencia, La Renga volvió a pisar un escenario porteño. Fue en el estadio de Vélez, invitados por Ricardo Mollo, líder de Divididos, durante un show que marcó un reencuentro cargado de emoción. No era la primera vez que los caminos de Mollo y La Renga se cruzaban: el ex Sumo fue coproductor de uno de los discos más icónicos de la banda, Despedazado por mil partes, editado en 1996.

Desde aquella vereda de Mataderos, La Renga se convirtió en mucho más que una banda de rock. Es un fenómeno popular, una identidad compartida por miles, una forma de sentir y vivir la música que no conoce límites ni prohibiciones.

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